24/5/10

De las mañanas (Para Alfonso)


Sé que el manto rosa del alba
no pasa de largo ante tus ojos;
se enreda en tus pestañas,
y por las mejillas gastadas,
se derrama hasta tu boca.

Y si los colores pudieron ser dulces en algún modo,
fue entonces cuando lo fueron;
entonces fue, es ahora, y es alimento en todos estos dias nuestros,
alimento para el camino,
sabor para el invierno.

4/5/10

La Casita de Carne (Final)


...Al tercer día el hedor de hizo insoportable. La carne muerta no estaba aguantando tan bien como él había previsto.Quizás si lo hubiera intentado en invierno o en otoño...

Avergonzado por su falta de previsión, y cansado de compartir su cuartito con pupas, larvas y moscas, salió de su pequeño palacio, de su sueño de paz. Desnudo y lleno de coágulos caminó ladera abajo hasta su furgoneta. Casi lloraba por tener que volver al mundo de los humanos; por fracasar en su intento de convertirse en ogro y llevar una vida tranquila, lejos de los verdaderos devoradores.

Ya casi podia divisar, tras la última curva, su vehículo y aunque solo habían pasado veinte minutos desde que abandonara la casita de carne, ya recordaba con nostalgia, como algo remoto e inalcanzable, los días en los que se comia la pared cuando tenía hambre. Añoraba tambien, quizás lo que más, como el sol traslucia las paredes rosadas y abria sus párpados con dulzura, sin alarma.

Todo eso se acabó.

Tras lavar su cara y sus manos en el rio, se puso un chandal, se subió a la furgoneta y condujo de de vuelta a Santander. La autovia, con su tráfico rápido, alocado, casi le producia tanta aversión como la podredumbre. A punto de entrar en la ciudad, se desvió en una salida y aparcó la furgoneta en el mismo arcén. Cristobal sin soltar las manos del volante, comenzó a temblar, volcó todo su cuerpo sobre el salpicadero y rompió a llorar, desde el fondo, como ramas que crujen, como huesos que se quiebran. Desgarrado como nunca, o simplemente dandose cuenta de su eterno desgarro, entendió que era humano pero que no soportaba lo que implicaba ser humano, las normas que sus prójimos aceptaban o parecian aceptar sin esfuerzo. Silencio y llanto.Motores amortiguados por cristales. Silencio. Llanto. Pensó en la nada.Pensó en la muerte.Pensó en la nada.

Pensó, y decidio, frio, enterrar su conflicto como quien con facilidad olvida una pesadilla al despertar. Volvió a su cómodo pisito de Valdenoja y a su comunidad de vecinos. Mintiendo un poco más, solo un poquito más. Mintiendo sobre lo bien que lo había pasado caminando por el monte Jiniro durante aquellos tres o cuatro días de principios de verano.

FIN.