29/6/12

10.

Mira su cuarto antes de salir.

 Ha cogido las llaves, el móvil y la cartera, lo ha metido todo en su bolso de rayas y , con el pomo de la puerta en la mano, se para a observar las fotos  pegadas en un corcho y en las puertas de los armarios: Una pequeña reproducción de un cuadro de Leonardo con el rostro dulce de la Virgen,  el primer plano de la mirada intensa y azul de una chica rubia de pelo corto, su hermana mayor sonriendo, otra foto en París con su madre y dos hermanas más,  bajo un tejado de madera con su padre y todos sus hermanos...

Son muchos los dias buenos que han quedado  allí retratados, piensa ella, y se fija en una instantanea en concreto.

Hoy especialmente llama su atención una imagen:  la foto  es apaisada, de 10X15, inconfundiblemente crepuscular, de verano dulce anaranjado, con sus amigas de la beca erasmus, muy juntas, despeinadas por el viento que sopla bajo los aerogeneradores de un pueblecito de Navarra. No fue hace mucho y lleva el sello de esa amistad con urgullo, y lo lustra con esmero. Esa amistad se forjó pronto pero  fuerte y ha perdurado en los años y en la distancia.

Hoy el día tambien será bueno.

10/6/12

El infinito interior

Supongo, mientras salgo del centro de Madrid en coche, a las 7:30 de la mañana del domingo, viendo los rostros de mis coetaneos desencajados por el alcohol o el amor o la falta de sueño o la cocaina o todo a la vez, que si que tenemos hoy en dia algunos problemas. Que por otro lado me parece que no son aquellos que salen en los medios y con los que la ya pasada noche me he permitido el lujo de soñar, malgastando así fantasia y fuerza onírica en cosas tan estériles.
Supongo, quiero suponer, que lo que nos ocurre es que cada uno de nosotros olvidamos cada mañana nuestro valor real, y así españolitos y occidentales en general, corremos como pollo sin cabeza pensando que tenemos que responder a mil y una expectativas de distinto orden: Académico, laboral, económico, social...
No nos damos cuenta de como en nuestro interior y por un tiempo limitado, que quizás es solo una fantasia, albergamos bajo nuestra piel infinitos milagros que se perpetuan así mismos: Millones de entidades vivas conectadas entre sí y a nosotros mismos respiran, se comunican, nutren y reproducen en nuestro cuerpo, y llevan en sus nucleos la historia casi eterna de la vida. Hay un infinito en el Cosmos insondable, pero hay un infinito aun mayor hacia dentro de cada uno de nosotros mismos.
Que no diga nadie que alucino o que esto es delirante, puesto que es claramente mucho más real y replicable que cualquier paparrucha económica que todos esos tipos sin escrúpulos nos quieren hacer creer y con las cuales pretender robar la alegria de la gente.
Pero en cualquier caso, quizás en esta coyuntura acabemos aprendiendo todos algo. Que somos nosotros como decia Gino Paoli hace poco en la Rock Delux, nuestro propio enemigo; que nosotros mismos somos los que nos estamos oprimiendo con nuestro afan de consumo, con nuestro narcisismo estúpido. Que hay mucha mierda que sacudirse de encima y que no debemos de culpar a nadie del mal uso que hacemos de nuestra libertad. No somos ni mejores ni peores que los de antes, pero podemos empezar a ser mejores o peores.

4/6/12

9.


La luz tan anaranjada del viejo piso es aun más anaranjada por efecto de las baldosas de la cocina. Los muebles viejos están chapados en verde y en cada puerta de cada alacena se agolpan fotos de amigos y flores de papel con mensajes cariñosos escritos.

Hoy él está solo en el piso. La ha invitado a cenar una tortilla de patatas con chorizo, y mientras la prepara, tiene un disco de Prince sonando en el viejo CD portátil marca Sony: Diamonds and Pearls, no tan bueno como otros.

Ha barrido un poco la cocina, pero es difícil no pensar que podría estar un poco más limpia. No importa mucho, también es difícil pensar (y sentir) que pudiera ser más acogedora. Con toda la atención puesta en que las patatas se hagan sin quedarse pegadas a la negra sartén, casi le pilla el toro, pero finalmente la tortilla queda rica y a tiempo.

Mientras, ella va caminando hacia el piso, protegiéndose de la fina lluvia bajo los soportales de una plaza cercana. Un sentimiento de familiaridad teñido de húmedo y salitre anida súbito en su pecho, e inconsciente estrecha los cuellos de su tres cuartos para que no se escape y así el pajarito se quede un rato más con ella.

La cena discurre tranquila en la mesa redonda cubierta de un hule floreado.

 Efectivamente, ella no tiene en cuenta la posibilidad de un grado mayor de limpieza, pero sí tiene muy en cuenta la calidez que la rodea.