4/1/13

14


El bar donde han quedado se llama Canela. Ella está con un amigo. Él entra por la puerta y no consigue verla entre la multitud. Ella hace señas con la mano y con su sonrisa.Por fin les localiza. Se saludan con mucha alegría. Él conoce a su acompañante, aunque muy poquito. Comienzan a hablar y se piden unas copas. Ella pide ron y él, como muchas veces hace, pide lo mismo que su acompañante. A veces es fácil y divertido tomar lo mismo.
Suena música española y algún clásico anglosajón. No es mala música considerando la zona en la que están, así que se encuentran muy a gusto. Después de una o dos copas, cambian de calle, hacia la zona del Carmen, que es la preferida de  él. Allí aparecen dos colegas del chico y se unen al grupo. Llevan tiempo sin verse y no son, digamos, amigos, pero se caen muy bien y resultan  simpáticos, así que los cinco juntos arremeten contra, al menos, un par de bares más.
 No se sabe con certeza, no hay registros fidedignos,  pero parece que los acompañantes se disuelven lentamente. 

13.1


Baja por las callejuelas empinadas, pensando en ella. El viento sigue viniendo del sur y templa la noche. Deben de ser más de las doce. Piensa en su mano.
Su mano. Cuando se habían encontrado ambas por primera vez, ya desde entonces, él había notado una cualidad especial en la de ella. Ya parece lejano el momento de aquel primer saludo, pero justo ahí, de forma rápida, oculta, inconsciente pero profunda como todo lo inconsciente, ahí ya la finura de su mano femenina le dejó una muesca grabada en el corazón.
Las manos de mujer por lo general son finas y suaves pero la de ella, le pareció a él, que portaba algo especial. Era en si misma un mensaje.