16/5/11

Hace tres años

Una tarde de Domingo en un día soleado de invierno.
Uno de esos días que tanto temo ahora porque en la soledad
que los caracteriza me resulta imposible engañarme para no pensar en ti.
Mataleñas.
Un par de cigarros encendidos con el mechero que te dejaste
en mi casa la única noche que te tuve de verdad. Todo lo que tengo
para recordarte junto con un libro de horrible que nunca releeré y tus mensajes;
que a destiempo se leen vacíos y con dolor.
Un cuento de Borges leído en un pequeño libro de bolsillo.
Unos minutos de tranquilidad llegados desde Buenos Aires.
Cuando acaba el cuento el día ya no es bonito, pero la oscuridad
va llenando el cielo, y la manera en que difumina el horizonte, y el viento
del atardecer que me quema en los pómulos, de alguna manera, acompañan.
En el camino de vuelta pienso en lo inútil de visitar nuestros
escasos lugares comunes, con una mezcla de miedo y esperanza de que
aparezcas por falsa sorpresa, en cada giro.
Siento curiosidad por saber qué pasará cuando llegue ese momento.
Es inevitable.

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