Más de la mar
El y yo siempre buscamos el sol. Pero me da la impresión que su enamoramiento con el astro es más profundo que el mío. Él fue quien perdió la vista bajo sus rayos, sobre su reflejo marino. Él fue quien me enseño, con sus silencios y su amistad, quienes éramos los de abajo y que era lo de arriba.
Y así llegamos desde Granada, en nuestra mercedes vito, polvorienta y abollada, a las costas de Almería. A San José, a su mediterráneo cálido y vivo, a su orilla interminable. Como dos niños hermanos dejamos nuestro cuerpo bañándose en el agua de la tarde y nuestra mente flotando en un cielo de nectarinas y rumores blancos. Aprendimos de los cardúmenes plateados como nuestra voluntad es pequeña comparada con la fuerza de la marea. Juntos en verano.
Y aprendimos también que hay momentos en los que parece que solo estas viviendo, pero que el tiempo, con su manto único, verdadero, reviste preciosos.
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