7/9/09

Historias reales


Hugo se sienta a mi lado. Está inquieto. Huele a alcohol. Los asientos son demasiado estrechos, y ambos nos hemos empeñado en llevar las mochilas con nosotros: no hay suficiente espacio. Como aún quedan algunas plazas libres, Hugo se desplaza a otra fila de asientos. Yo respiro aliviado, pues la desconfianza había hecho hueco en mi corazón, y me sentía incomodo en aquel ómnibus con dirección al sur de la Argentina.

Comienza el viaje, estoy nervioso. Nada más arrancar el motor, me levanto a preguntar al conductor si efectivamente vamos con destino a Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Me tranquiliza con una afirmación y una leve sonrisa mientras Buenos Aires se despide con una ráfaga de polución, con pobreza, con flores en el pelo.

Unas cuarenta horas de carretera esperan, y Hugo permanece lejos en la otra fila de asientos, pero la falta de confianza todavía no me ha abandonado, aunque lucho con toda la fuerza de mi razón: He aprendido que cuando uno es extranjero, extraño, no posee mayor herramienta que la fe en el prójimo. Y siguiendo esta enseñanza, hasta el momento el balance ha sido positivo.

Las paradas en la ruta son más frecuentes de lo que hubiera deseado. La noche austral ya ha caído y Hugo, tras la subida de nuevos pasajeros en La Plata, se ve obligado a volver a su asiento original, junto a mí. Ahora habla escuetamente por su viejo celular. Ya no huele tanto a alcohol y está más calmado, lo cual me calma a mí también.

Hugo es moreno y gordito, como su nombre, aindiado y lampiño. Parece tener aproximadamente mi edad. Nos mantenemos en silencio, mientras yo prosigo leyendo 62/ Modelo para Armar. Ya no hay nada que ver a través de la ventanilla que me arrincona, tan solo luces que deslumbran con su ámbar enfermizo. Rompe la monotonía la llegada de las bandejas con la cena autobusera: Nos intercambiamos el buen provecho, y un puente de milanesas con puré de papas se tiende entre nosotros dos.

Entre bocado y bocado, caen nuestros nombres, nacionalidades y alguna palabra más. Hugo Nació en Buenos Aires, pero vivió casi siempre en Formosa, y lo recuerda con cariño, mientras se queja de que nadie conozca aquel rincón húmedo y caluroso de su país: Allí cazaba yacarés y cuatíes, era feliz, pero la falta de plata le obligó a volver a la gran ciudad, donde formo una familia, antes de marchar al sur a trabajar en una refinería. Yo también hablo un poco de mí, con esa mezcla de timidez y orgullo que noto cada vez que confieso mi profesión: médico, psiquiatra” Sí. El de los locos” traduce Hugo.

Él se disculpa por no haber tenido oportunidades para estudiar, quizás tampoco tenia capacidad: su castellano es tosco, poco articulado y quizás tras confesarle mi profesión, Hugo se anima a confesarme porque ahora vuelve a la ciudad: Su hijo pequeño tiene un tumor cerebral. Le operaron hace dos años. En los controles estaba limpio, pero ahora el tumor ha reaparecido, y esta vez la resección no es posible. El niño está recibiendo quimioterapia en el Hospital Garrahan. Por eso ha viajado unos pocos días a la capital. Yo me siento frívolo en mi peregrinar.

Imagino un pronóstico infausto y no pregunto más de lo que él me quiera contar. Pasa el tiempo en silencio, con ocasionales conversaciones donde evitamos el dolor. El suyo, que yo no tengo. A las 23 horas del Domingo llega a su destino, Comodoro Rivadavia, en la frontera de Chobut con Santa Cruz. Me levanto cuando se levanta y le doy un abrazo. No le deseo suerte. Pido por su hijo. Como puedo, con fe raquítica. Pienso en su hijo.

3 comentarios:

Ein dijo...

Historía real y descorazonadora. Cómo tantas otras realidades.

15095843 dijo...

Pero no había rabia en él, no me descorazonó tanto como cabria esperar.Más bien me abrió.

En aquel muchacho había cosas muy grandes.Aceptaba, seguia adelante, seguia cuidando de los suyos.Comprendia lo inesperado e indeseable como algo que tiene cabida.

A ver si nos vemos pronto!

ana mari dijo...

De cuco.
Hola Pablo, estoy con Papa y Mama, hoy es 18 de febrero. He venido a comer y ahora estaba leyendo alguno de tus textos de blog, como este. Me llama la atención tu estilo, es muy depurado y directo, me gusta leer tus textos. Bueno espero que tengas un buen día. Un saludo de mi parte.