2/01/2010
Conduzco hacía el oeste huyendo del nuevo día que viene. Atrás queda el parto anaranjado entre un manto aun denso de nubes, que el calor irá disolviendo con el progresivo ascenso del sol. Conducir hacía el oeste es, insisto, una huida desesperada, que inevitablemente termina en fracaso. Se pisa el acelerador esperando que la noche continue sirviendo de cobijo y uno no tenga que enfrentarse a demasiados problemas...
...Aunque, en realidad, nunca me han dado mucho miedo los problemas: Por delante queda un sábado de trabajo, que yo espero convertir en una jornada de servicio al prójimo; una oportunidad para ofrecer un poco de apoyo y un poco de esperanza a quien lo necesite, a quien decida entrar por la puerta de este humilde centro.Ayudar a comprender hasta donde yo comprendo, y ser claro, no ser críptico, no esconderme en las palabras.
Tengo un privilegio y un deber, como todo aquel que desempeña una profesión que considera valiosa y de la cual disfruta, aunque tenga que madrugar y trabajar un sábado.
Aquí llegan los que se han levantado y de súbito han vuelto a caer.Tambien acuden los que de una manera extraña, imprevista, han perdido cierto sentido de la realidad: bien para extraer provecho de ella, bien para, en los casos más graves, entenderla y sentirla como ligada a si mismos. Son solo estas unas lineas que empleo para expresar de una manera breve, visceral y no muy elaborada lo que siento ante mi posición respecto a lo que se llama locura, tambien por supuesto ante lo que se llama cordura.
Y todos tenemos una posición respecto a esto.
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