11.
No tarda el amor en crecer cuando el mundo le apura, cuando
los movimientos de traslación remueven el sustrato y el paso del tiempo amenaza
con separar a los que se podrían juntar íntimamente.
Así hizo falta una
pequeña separación, una levísima
fractura en la rutina, para espolear los corazones que parecían a punto de
quedarse dormidos o, más gravemente, a punto de
alejarse de su objetivo distraídos por algún engañoso canto del pasado.
Aquel mes de las navidades, ellos dos iban a ser trasladados
en su trabajo. No iban a verse más a diario, ni iban a poder compartir
confidencias frecuentemente. Tampoco es que cambiaran de ciudad, pero el hecho del traslado marcó
una pequeña señal que hizo recapacitar sobre lo agradable y reconfortante que
era la presencia del uno para el otro: Verse y hablar, reír juntos, iban a dejar de ser fruto de la rutina: Ahora
cada encuentro podría adquirir un significado mayor, peligrosamente mayor.
Había que empezar a significarse.
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