Santander. Finales de febrero
Una bonita tarde de domingo, un dia soleado de invierno.
Uno de esos que tanto temo ultimamente, porque en la soledad
que los caracteriza me resulta imposible engañarme para no
pensar en ti.
Un bonito paseo por la punta de Mataleñas.
Un par de cigarros encendidos con el mechero que te dejaste
olvidado en mi casa la única noche que te tuve para mi.
Un relato de Borges leido en un regalo de tranquilidad
llegado desde muy lejos, y al mismo tiempo desde muy cerca.
Al terminar el cuento el dia ya no es bonito, pero la
oscuridad que va ocupando el cielo; la manera en que
difumina el horizonte, y el viento del atardecer que
me quema los pómulos, de alguna manera, me acompañan.
Durante la vuelta pienso en lo inútil de volver a visitar
nuestros escasos lugares comunes, con una mezcla de miedo
y esperanza de que aparezcas; por falsa sopresa, en cada
giro que toma el camino, y un toque de curiosidad acerca de que
pasará cuando ocurra ese encuentro, que sé inevitable.
1 comentario:
Es tan íntimo y tan universal a la vez...Preñados de de dolor, solo pariendo belleza podemos seguir caminando.Un abrazo desde La Mancha.
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