7/3/12

2.

La noche comienza a descender lentamente. El salitre aun permanece pegado a las pieles, pero no parece que les importe mucho. Son gente de mar, aunque quizás no lo saben.El tiempo señalará, años más tarde, con vehemencia, este tipo de filiaciones.

Se ha subido al autobús en el boulevard de los platanos: hermosos,gruesos y altos, cuajados de hojas que dan buena sombra para el verano. Podria haber ido caminando, pero el ajetreo de los primeros dias en la ciudad parece obligarla a ir siempre con el tiempo justo.

Se apea junto al edificio de correos y telégrafos. Él ya la espera en el viejo piso donde vive, un tanto impaciente.La explica que en la misma planta del edificio ha quedado un apartamento libre, y que aunque resulta un poco extraño por la distribución de los espacios y la presencia de un jacuzzi, quizás podria ser lo que estaba buscando.

Consiguen las llaves del apartamento y pasan a verlo. Definitivamente no le interesa. Le cuenta que preferiria un sitio donde hubiera más gente, para convivir y compartir. No se ve en un piso de soltera.

En términos de resultado la ayuda ofrecida no ha sido demasiado útil, pero es un gesto hermoso y cálido. El hermano del chico anda por allí- viven en el mismo piso- y se van todos juntos a tomar un helado.La mejor heladeria de la ciudad, según cuenta el chico, está muy cerca: frente al embarcadero de los barquitos que cruzan la bahia. Ella toma un helado sencillo de avellana. Le encanta, tambien el barquillo, que curiosamente es su parte favorita del helado. La calidad general de los helados es uno de los pequeños tesoros secretos de la ciudad.

Poco a poco van conociendo pequeños detalles, se van mostrando.

La velada termina, ya de noche plena aunque no tarde, con el sonido neumático de las puertas del autobús que se cierran. Se despiden a través del cristal con una sonrisa en los ojos.

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