26/5/12

8 (Ese Chowy)

Se viste con mimo, con cariño. Con un sentimiento hermoso, desconocido para muchos, quizás soterrado ante otras tantas cosas. Es un sentimiento generoso, un impulso por hacer las cosas de una forma suave y correcta, de tal modo que hasta el aspecto de uno sea agradable para los demás. No se sabe cuando la enseñaron eso, quizás desde muy pequeña. Su actitud, sus modales, toda esa dulzura que pone al servicio del otro.

Y, a pesar de todo eso, de todo el celo y todo el cuidado, consigue estar lista para la cena de bienvenida del departamento en menos de una hora.

Lleva un elegante jersey negro con el cuello de pico algo abierto, pero lo abriga con una pasmina violeta. El resto de la ropa, es tan negra y elegante como el jersey:  un pantalón recto y un tres cuartos. Sencillo y perfecto, no demasiado puesto, pues la cena es bastante íntima y relajada.

Él, como entró un año antes en el curro, organiza la cena, también con mucho cariño, pero lo que no organiza con tanto cariño es su vestido: no cuida del mismo modo ese aspecto. Curiosamente, al final los dos coinciden en el negro como su color.

En el salón de techo alto del hotel no hay nadie cenando, solo el grupo, y la velada transcurre distendida y llena de risas: No hay nadie demasiado serio ni demasiado poderoso. Al salir, la noche de octubre se muestra cálida para tal época y latitud.

Ellos dos no se dedican especial atención durante la velada, solo la habitual, que empieza a ser, sin aun serlo, especial.

Y de aquella noche alguna foto queda en silicio. De su sonrisa y su pasmina violeta.

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